Una vida dedicada a Dios

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Una vida dedicada a Dios

 

Algo especial sucede cuando decidimos inscribirnos o involucrarnos en algún ministerio dentro de la iglesia. Llegamos llenos de expectativas y, sobre todo, con la emoción de ser parte de algo que está transformando la vida de las personas. Esta experiencia es, sin duda, emocionante y llena de ilusión. Sin embargo, también es algo práctico y cotidiano, ya que nos introduce a una logística, una agenda, con objetivos y tareas que debemos cumplir. En otras palabras, asumimos un rol con responsabilidades que deben llevarse a cabo.

Lo más probable es que, al entrar en un nuevo ministerio, recibas una bienvenida donde te expliquen en qué consiste, cuáles son tus funciones, y todo lo que necesitas saber para desempeñar tu rol. También es común que te indiquen la frecuencia de participación, ya sea semanal, quincenal o mensual, y te den detalles sobre la duración de tus actividades. En resumen, te integras a un sistema donde tu tiempo de servicio ministerial está marcado por días y horas específicos.

Hasta aquí, no hay nada malo en esto. De hecho, es completamente recomendable ya que facilita la organización y el buen funcionamiento de cada ministerio. Sin embargo, el punto que queremos plantear en esta reflexión es cuando estos horarios y agendas nos hacen sentir que nuestro servicio y adoración a Dios están limitados a esos momentos específicos.

Sería un error pensar que, una vez terminado el horario de nuestro ministerio, dejamos de ser servidores o adoradores. Si limitamos el servicio solo a lo que hacemos dentro de la iglesia, estamos perdiendo de vista nuestra verdadera identidad. Queremos recordarte que, aunque servimos en los horarios asignados dentro de la iglesia, nuestro llamado como servidores y adoradores no termina allí. Lo somos en nuestra casa, en la escuela, en el trabajo, con los amigos y con la familia. En todas esas áreas de nuestra vida, seguimos siendo adoradores y servidores de Dios.

No podemos trazar una línea definitiva que diga cuándo servimos a Dios y cuándo dejamos de hacerlo. Servimos a Dios dentro de la iglesia, pero también fuera de ella. Adoramos en la iglesia, pero nuestra adoración continúa más allá de sus paredes. Porque, al final, servimos y adoramos no solo porque es lo que hacemos, sino porque es lo que somos. Esta es nuestra identidad, no solo una actividad o un rol dentro de una agenda ministerial.

Por eso, queremos animarte a ser creativo en la forma en que vives tu servicio. Busca oportunidades fuera de tu rol ministerial para servir a tu prójimo en todas las esferas de tu vida. Sí, por supuesto, en la iglesia, pero también en cualquier otro lugar. Que juntos podamos tener un corazón dispuesto a servir y amar a los demás, como resultado de una vida de adoración dedicada a Dios, las 24 horas del día.