Jesús no necesita una gran producción para brillar
Hay algo dentro de nosotros —sobre todo si servimos en áreas creativas— que anhela que todo salga bien.
Queremos excelencia. Queremos impacto. Queremos que la gente se emocione, que el mensaje llegue, que el evento deje huella.
Y está bien.
Pero a veces, sin darnos cuenta, podemos confundir excelencia con dependencia.
Y empezamos a actuar como si la presencia de Dios necesitara ayuda técnica para hacerse notar.
Dios nunca ha necesitado reflectores
El nacimiento de Jesús lo demuestra.
El cielo no eligió un teatro, ni un estadio, ni una catedral.
Eligió un establo.
Sin luces. Sin micrófonos. Sin pantallas LED.
Y sin embargo…
esa noche el cielo brilló más que nunca.
No fue por la producción.
Fue por la presencia.
La excelencia no debe reemplazar la esencia
Planear, ensayar, cuidar los detalles y trabajar con dedicación es parte de honrar a Dios.
Pero hay una línea muy fina entre servir con excelencia y confiar en la excelencia.
Cuando el corazón se enfoca en la ejecución y no en el encuentro,
podemos terminar logrando un gran evento…
pero sin experimentar un verdadero mover de Dios.
Y lo que diferencia un programa de una experiencia espiritual
no es la creatividad humana, sino la presencia divina.
Un recordatorio para los equipos creativos
Si te toca dirigir, producir, diseñar o tocar esta Navidad,
recuerda: Jesús ya es suficiente para brillar.
Tu trabajo no es hacerlo más visible,
es quitar todo lo que pueda distraer de Su luz.
Porque cuando el centro es Cristo,
hasta lo más sencillo se vuelve glorioso.
Y cuando el centro se pierde,
ni la mejor producción puede llenar el vacío.
Él sigue brillando
Jesús no necesita una gran producción para brillar.
Pero sí busca corazones dispuestos a reflejarlo.
Y si ese corazón está en ti,
entonces ya tienes lo que necesitas para iluminar este diciembre.
