Si hay algo que nunca debemos perder de vista, es que muchos, incluido en el tema de la comunicación, los mensajes más impactantes y que más trascienden, en su mayoría son los mensajes que comunicamos sin palabras. Hay muchos estudios que aún arrojan porcentajes altísimos en la comunicación no verbal en contraste con la comunicación expresada de manera verbal.
Esto puede ser algo que meramente se puede sentir como un dato o un estudio ajeno a nosotros, pero en realidad, todo el tiempo experimentamos esta realidad. Por ejemplo, quizá alguna vez te ha sucedido entablar una conversación con alguien que quizá expresa cierta alegría por algún tema, pero luego, aunque sus palabras expresen esa emoción, sus acciones faciales respecto a ese mismo tema de tal manera que nos quedamos con la impresión de que esa persona, por más que exprese alegría, realmente no la tiene.
Aunque fue un ejemplo muy genérico, creo que podríamos hablar de todos los tipos de variantes de ejemplos en los que una persona o un grupo de personas pueden expresar algo y al final del día todo lo demás, lo no verbal, apunta a una realidad totalmente distinta.
En el caso de la iglesia y los ministerios, es sumamente importante tener la noción de que fuimos llamados a comunicar un mensaje. Hacemos equipos, tenemos planes, tenemos actividades y tenemos todo tipo de reuniones, pero nunca debemos pasar por alto que todo esto tiene la intención de comunicar un mensaje; esa es la tarea que Jesús nos dejó a cada uno de sus seguidores.
Trayendo sobre la mesa la idea de la importancia de nuestra coherencia en tanto nuestro mensaje verbal, quisiera que pudiéramos considerar cómo estamos comunicando nuestro mensaje a todos aquellos que queremos alcanzar y que formen parte de nuestra comunidad por primera vez, en otras palabras, “los nuevos”.
Todos queremos a los nuevos.
Primero que nada, partimos de la idea que quizá es obvia, y es la idea de que todas las iglesias quieren alcanzar a personas nuevas para tener la oportunidad de compartirles el mensaje de Jesús y de hacerlos parte de nuestra comunidad.
Realmente este es el corazón de todas las iglesias; muchas veces es la razón por la que hacemos muchos esfuerzos; queremos abrir espacios y hacer eventos que funcionen como una oportunidad para que personas puedan venir por primera vez a la iglesia.
Creo que todos podríamos estar de acuerdo en decir que todas las iglesias, o por lo menos la mayoría, tienen un genuino deseo por llegar a la vida de personas nuevas y compartirles la gran esperanza que hay en nuestras vidas. En otras palabras, de alguna manera este es el “normal” de la iglesia.
Pero luego, el asunto es este: la mayoría tienen el fuerte deseo, hacen un gran esfuerzo, y en muchas ocasiones, nos vemos en la frustrante situación de darnos cuenta de que no están llegando personas nuevas a pesar de todo lo que estamos deseando y planeando.
Por supuesto que pudieran haber múltiples razones por las cuales, sin embargo, una de ellas, que justo es lo que estamos abordando en esta entrada, puede ser por el tema de nuestra comunicación no verbal.
¿Cómo los recibimos?
Cuando planeamos los eventos y hacemos cosas especiales para invitar a personas nuevas en la iglesia, en la mayoría de las ocasiones totalmente en el proceso de la invitación, en otras palabras, nuestra mente y planificación en saber cómo le vamos a hacer para que una persona nueva se entere del evento que estamos planeando, y cómo le vamos a hacer para persuadirla de tal manera que pueda venir a nuestro evento. Esto, por supuesto, no tiene nada de malo, pero quizá lo que nos puede estar sucediendo es que nuestra planificación termina con tener una campaña exitosa de invitación y muchas veces pasamos por alto la siguiente etapa, la etapa en la que nos preguntamos “¿qué hacemos cuando esos nuevos lleguen al evento o a la iglesia?”
Es una realidad que muchas veces ha sucedido que personas visitan una iglesia por primera vez, entran a la reunión, y salen de ella sin haber tenido ningún tipo de contacto o experiencia personalizada con la iglesia. Y es ahí donde también tenemos que ampliar nuestra visión y hacer un esfuerzo. Esta experiencia sería similar a que algún amigo tuyo te invite a su casa por primera vez, y que cuando llegues te diga que la puerta está abierta, te pida que pases tú solo, después de dos horas estés ahí sentado mientras él se encuentra en su cuarto. Finalmente, después de un tiempo te vas de su casa y obviamente sintiéndote incómodo o extraño. Imagínate que tu amigo después de esta experiencia tan rara se sintiera sumamente feliz porque al final del día “fuiste a su casa”.
Bueno, así como este ejemplo anterior, muchas veces planeamos todo para que la persona al final vaya a la iglesia, pero debemos recordar que el éxito no está en que una persona pueda ir para apreciar nuestro auditorio, disfrutar de la alabanza y solo escuchar al predicador de ese día. Debemos recordar que si hemos invitado a esta persona a nuestra casa, debemos atenderla como nuestro invitado especial.
Así que muchas veces no tenemos un problema de invitación, sino más bien puede ser un problema de recepción, de cómo los recibimos.
Así que por medio de esta entrada queremos animarte a seguir haciendo el mismo esfuerzo pero también a plantearte las preguntas acerca de cómo vamos a recibir y conectar con todos aquellos que nos visitan por primera vez tratando de que podamos conocerlos y que ellos puedan sentirse tan bienvenidos que quieran ser parte.
Para esto realmente no hay una fórmula, y no se ve igual para todos, así que te invitamos a planear con tu equipo y hacer un buen plan para recibir a los nuevos.