Imagina llegar a un lugar desconocido con personas que no conoces y participar en dinámicas completamente ajenas a lo que estás acostumbrado. Naturalmente, este tipo de experiencias generan cierta tensión. Es el primer punto de tensión para cualquier persona. No es natural para nosotros navegar cómodamente en la incertidumbre; como seres humanos, entramos en un estado de alerta o un nivel de estrés, ya sea bajo o alto, cuando nos encontramos en situaciones completamente desconocidas.
Nuestra mente y personalidad tienen la tendencia natural de buscar lo conocido, lo estable y lo rutinario. Siempre queremos caminar de manera que nos haga sentir seguros y en control. Estamos programados y acostumbrados a aferrarnos a lo que ya conocemos. ¿Alguna vez has notado cómo algunas personas en la iglesia eligen siempre la misma silla aunque no estén numeradas o separadas para alguien en específico? Quizás tú eres uno de ellos o eres alguien que forma parte del equipo de alabanza, y buscas mantener los ensayos con los mismos formatos, o quizá eres líder de algún ministerio y te sientes cómodo porque tienes todos los procesos sistematizados y automatizados. En resumen, tendemos a mantener las cosas estables, lo cual es beneficioso para el funcionamiento de lo que hacemos, pero puede obstaculizar nuestro éxito y crecimiento.
Un líder mencionó alguna vez: "Nuestro peor enemigo puede ser el éxito". Esto se debe a que, muchas veces, al tener éxito en algo, nos aferramos a esa victoria y queremos permanecer en ese estado por mucho tiempo, queremos que todo se quede así para siempre. Nos convertimos en personas que desean que las cosas se mantengan estáticas, pero debemos aceptar la dura verdad de que nada permanece igual para siempre. Todo está en constante cambio y avance. Reconocer nuestra resistencia intrínseca al cambio es crucial. Aunque esta resistencia puede ser útil para establecer sistemas, puede perjudicarnos cuando el tiempo avanza y nosotros nos estancamos en viejas formas.
A menudo recordamos épocas pasadas con nostalgia, como si ese momento fuese el mejor. Aunque puede ser verdad en ciertas ocasiones, debemos prestar atención y explorar al máximo la temporada actual en lugar de anhelar el pasado. Debemos estar presentes y experimentar plenamente el presente para que estos días también sean los mejores. A pesar de nuestro amor por lo estable, debemos estar dispuestos a abrazar lo que Dios está haciendo por encima de nuestras preferencias y comodidades.
Esto se reflejó en los fariseos en tiempos de Jesús: se aferraban a sus antiguos métodos y no estaban abiertos a la nueva obra de Dios. Jesús les advirtió sobre la necesidad de flexibilidad frente a los cambios venideros. Esta advertencia también nos concierne. No debemos aferrarnos a nuestros modelos y sistemas, sino estar abiertos a seguir extendiendo el reino de los cielos, independientemente de nuestras preferencias o nostalgias. Estemos presentes, enfoquémonos en el hoy y veamos qué quiere hacer Dios en este momento, dejando de mirar atrás. Como se dice, ningún automovilista puede manejar sin chocar si solo mira el retrovisor.