Sirvo tanto que siento que no recibo

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Sirvo tanto que siento que no recibo

 

Cuando llegamos a la iglesia, recibimos tanto de parte de Dios y de parte de todos los miembros de la congregación que empezamos a sentir en nuestro corazón una pasión muy fuerte por no sólo acostumbrarnos a recibir, sino también a dar. Es por eso que después tomamos la decisión de involucrarnos en algún tipo de ministerio para empezar a dar de nuestro tiempo y de nuestros talentos y ponerlos al servicio de Dios y de toda la iglesia.

Después de varios años, estarás de acuerdo conmigo en que en muchas ocasiones el sentimiento que nos puede dar después de estar tan involucrados en el ministerio es que en algún momento dejamos de recibir y ahora sólo estamos dando. Esto es normal, es muy común y es frecuente en muchos de los servidores, de tal manera que llega un momento en que sienten la necesidad de tomar pausas porque sienten que no están recibiendo, y en otras palabras, la expresión es esta: "sirvo tanto que siento que no recibo".Cuando hablamos acerca de dar y recibir, es inevitable poder mirar en esta famosa escena del Nuevo Testamento en donde Marta y María están sirviendo a Jesús en diferentes contextos.

Vamos a leer en esta historia que Marta está activamente sirviendo la mesa para propiciar un espacio en donde Jesús puede estar con sus discípulos, pero en cambio María parece ser una persona que solamente está disfrutando la comodidad de estar escuchando la voz de Jesús sin tener que servir y hacer nada. Esto empieza a frustrar un poco a Marta con la actitud de María, ya que aparentemente ella no está haciendo nada más que estar sentada a los pies de Jesús, y esto es algo injusto. Ella siente la necesidad de exigirle a Jesús que ponga a María a trabajar como ella lo estaba haciendo. Para su sorpresa, Jesús le dice que todo lo que ella estaba haciendo no era necesario, más bien que María está escogiendo una mejor parte.

Esta historia nos habla de muchos aspectos. Sin embargo, podríamos detenernos a analizar el corazón de Marta. Marta estaba sirviendo sin que nadie se lo pidiera, así como todos nosotros lo hicimos cuando decidimos involucrarnos. La mayoría lo hicimos porque nació en nuestro corazón el deseo de servir y el deseo de suplir alguna necesidad que nuestra iglesia está enfrentando. Marta lo está haciendo igual, sin embargo, yendo y agotando su energía, ella sólo podía voltear y ver cómo María sería más cómoda, más feliz y está en un lugar aparentemente más privilegiado. Cuando ella le reclama a Jesús lo que está sucediendo, aquí no es que Jesús esté reprobando una actitud de servicio como tal, no es el caso, pero hay algo más que está sucediendo en el corazón de Marta y ella no está hablando acerca del servicio. Ella está hablando desde la frustración de su corazón, dejándonos ver que probablemente su servicio, ahora después de un rato de estar sirviendo, se trataba de otra cosa. No podemos saber a ciencia cierta qué era lo que ella quería lograr con su servicio. Quizás inicialmente tenía todo el deseo, pero pasaba el tiempo mientras ella veía cómo María estaba disfrutando. Podemos asumir que quizá lo que ya estaba envidiando era la posición que María tenía, y este es el principal que queremos resaltar en esta entrada.

Muchas veces perdemos el enfoque de por qué empezamos a servir, perdemos el enfoque de qué fue lo que nos motivó inicialmente. El deseo de servir puede ser por un sinfín de razones que nos pueden desenfocar u olvidar la razón inicial por la que servimos. Pero si suponemos que el deseo inicial de Marta fue servir a Jesús para que él pudiera estar, que ella lo logró, y ella hubiera sentido una satisfacción completa de haber cumplido el deseo de su corazón, que era servir a Jesús. Sin embargo, ella estuvo sirviendo y se frustró, lo cual nos deja ver que su servicio no logró lo que ella estaba esperando.

En muchos de los casos nos sucede como creyentes que sentimos la necesidad de servir para ganar un lugar a los pies de Jesús. De alguna manera, sentimos que tenemos que hacer algo para lograr una intimidad, una cercanía. Muchas veces también puede ser para lograr obtener un milagro, un favor, una petición específica de nuestro corazón y presentarnos ante Jesús como alguien que ha servido lo suficiente, inicialmente, logrando convencerlo de que pudiera contestarnos algo equivalente a nuestra entrega. Sin embargo, es importante recordar que el lugar a los pies de Jesús es un lugar disponible y totalmente abierto para todos nosotros en todo momento y en todo lugar. No es un lugar que ganamos a través de nuestro servicio y nuestro esfuerzo. Es un lugar de privilegio, como lo dice el apóstol Pablo, al que tenemos acceso simplemente por gracia.

Quiero recordarte a través de esta entrada que dejemos de servir tratando de comprar un lugar delante del Señor y recordemos que lo hacemos porque ese lugar ya se nos ha dado. Quiero recordarte que atender primero los pies de Jesús, escuchar su palabra para después servir como Marta en esta historia. No se trata de elegir ser María o ser Marta, sin embargo, simplemente tenemos que saber cuándo ser María y cuándo ser Marta. El problema es que al principio de nuestra caminar con el Señor vimos en los pies de Jesús, pero con el tiempo, cuando nos involucramos, decidimos convertirnos en Marta los domingos, descuidando así ese momento de ser María a los pies de Jesús.

Para nosotros, como servidores, el consejo siempre debe ser aprender a disfrutar de ese lugar no sólo limitado en el contexto de la reunión de los domingos, sino también en el contexto de entre semana.La invitación es esta: estar todos los días de la semana a los pies de Jesús y el domingo por ser Marta y poder servir una mesa para que otros puedan ser esa María que disfruta la palabra de Dios. Acuérdate de que para recibir no sólo necesitas ir a la iglesia. Tú puedes recibir directamente de Dios porque la puerta y el camino han sido abiertos al Padre y esto es por medio de la gracia de nuestro Señor Jesucristo.