 
 			
Que no se te haga tarde para seguir aprendiendo
Un llamado a no quedarnos atrapados en la comodidad de lo que ya sabemos
Hay una comodidad silenciosa que, si no tenemos cuidado, se instala en nuestros corazones. Esa sensación de “ya me lo sé”, “así siempre lo he hecho” o “así me ha funcionado”. Y sin darnos cuenta, lo que al principio fue una convicción saludable se va volviendo una resistencia a crecer. Dejamos de aprender, dejamos de escuchar, y poco a poco dejamos de avanzar.
No estoy hablando de aquellos que no tienen talentos o de quienes no tienen recursos para aprender. Estoy hablando de todos nosotros: servidores, líderes, músicos, predicadores, voluntarios. Todos corremos el riesgo de quedarnos estancados en la zona de confort de lo que ya sabemos hacer bien. Pero en el Reino de Dios, el llamado nunca es a la comodidad, sino al crecimiento.
Porque seguir aprendiendo no es un lujo para los que van empezando, es una necesidad para los que quieren seguir siendo útiles en las manos de Dios. El que deja de aprender, deja de avanzar. Y el que deja de avanzar, sin querer, termina alejándose del propósito que una vez abrazó con pasión.
El tiempo no espera
El tiempo no se detiene mientras decidimos si crecer o no.
El mundo sigue cambiando, la iglesia sigue moviéndose, y las necesidades siguen creciendo.
Y aunque Dios sigue siendo el mismo, Él sigue obrando en nuevas formas.
¿Estamos dispuestos a seguir aprendiendo para seguir siendo parte de lo que Él está haciendo?
Jesús nos llamó a ser discípulos, y eso implica más que solo servir. Ser discípulo es ser aprendiz constante. La Palabra nos muestra a hombres y mujeres que nunca dejaron de aprender, aún en medio de sus fallas. Pedro, por ejemplo, caminó con Jesús, lo vio resucitar, fue lleno del Espíritu Santo… ¡y aún así seguía aprendiendo años después!
Algunas señales de que podrías estar dejando de aprender:
•        Sientes que ya no necesitas escuchar a otros.
•        Das los mismos consejos de siempre, sin actualizarlos.
•        Criticas más de lo nuevo que lo que intentas entenderlo.
 •        Te ofendes cuando alguien te sugiere una mejor manera.
• Tienes más “yo sé” que “¿cómo se hace?” en tu lenguaje.
Pero aún hay tiempo.
No importa cuánto tiempo lleves sirviendo.
No importa cuántos años tengas en la iglesia.
Mientras sigas respirando, puedes seguir creciendo.
Que no se te haga tarde para seguir aprendiendo.
No te acomodes en el sillón del “ya sé cómo se hace”.
Levántate. Pregunta. Escucha. Lee. Practica. Observa.
Vuelve a ponerte en modo aprendiz, como cuando todo era nuevo.
Porque ahí, en esa postura, Dios sigue formando a los que no se cansan de aprender.
“Instruye al sabio, y será aún más sabio;
enseña al justo, y aumentará su saber.”
—Proverbios 9:9
¿Y tú? ¿Qué puedes empezar a aprender hoy?
No para impresionar, sino para seguir siendo útil.
No para demostrar algo, sino para seguir siendo moldeado.
Porque el que sigue aprendiendo, sigue siendo parte del mover de Dios.
 
                                         
                                         
                                        