Moviéndonos de la superficie
Hay algo tan especial cuando leemos el nuevo testamento y vemos los encuentros que Jesús tuvo con un número muy grande y muy variado de personas.
De alguna manera ver la interacción de Jesús con otras personas bendice nuestra vida y marca una pauta al mostrarnos las diferentes cosas que él quiere hacer en nuestras vidas.
En particular, cuando vemos cómo Jesús guió a sus discípulos por esta vida de fe, podemos aprender tanto de la manera en la que Dios quiere guiarnos a vivir la vida de fe.
En esta entrada, quisiéramos hacer una reflexión acerca de un elemento específico que Jesús enseña de una manera implícita en diferentes ocasiones del nuevo testamento.
Un encuentro en la orilla
“Cierto día, mientras Jesús predicaba en la orilla del mar de Galilea, grandes multitudes se abalanzaban sobre él para escuchar la palabra de Dios. Jesús notó dos barcas vacías en la orilla porque los pescadores las habían dejado mientras lavaban sus redes. Al subir a una de las barcas, Jesús le pidió a Simón, el dueño de la barca, que la empujara al agua. Luego se sentó en la barca y desde allí enseñaba a las multitudes.”
Lucas 5:1-3 NTV
El inicio del encuentro que queremos considerar se ubica específicamente en la orilla del mar de Galilea.
Jesús se encuentra caminando y está listo para enseñar a las multitudes que le acompañan hasta ese momento, Jesús pide prestado dos barcas y les pide a los dueños de las barcas que las separen un poco de la orilla, Y desde de ahí que comienza enseñar.
Cuando imaginamos esta escena, pudiéramos dar por hecho que todos los que escuchaban a Jesús estaban siendo grandemente bendecidos por las enseñanzas que le impartía en ese lugar.
Al igual que estás multitudes, todos nosotros podemos encontrarnos en esta ubicación geográfica ante Jesús, de alguna manera escuchando sus mensajes, aprendiendo sus enseñanzas, y siguiéndole a él, aunque en este momento en particular Jesús se encuentra específicamente en la superficie.
Una de las cosas que suceden en ese lugar, es que Jesús imparte su enseñanza, todos escuchaban por igual lo que Jesús está enseñando. Pudiéramos decir que todos veían y escuchaban lo mismo de Jesús.
Algo grandioso sin duda alguna para todos aquellos que se encontraban ante Jesús en este momento.
Sin embargo, de pronto hay un cambio de ubicación en la narrativa de estos versículos que tienen algo muy importante que enseñarnos.
Lo profundo
“Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar. —Maestro —respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré las redes nuevamente. Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces ¡que comenzaron a romperse! Un grito de auxilio atrajo a los compañeros de la otra barca, y pronto las dos barcas estaban llenas de peces y a punto de hundirse. Cuando Simón Pedro se dio cuenta de lo que había sucedido, cayó de rodillas delante de Jesús y le dijo: —Señor, por favor, aléjate de mí; soy un hombre tan pecador.”
Lucas 5:4-8 NTV
Después de este primer encuentro vemos que Jesús invita a Pedro a cambiar de ubicación e ir a un lugar distinto a la superficie, Jesús le dijo a Pedro: “Ve a aguas más profundas”.
Aunque es literal el cambio de ubicación que está sucediendo, creo que también hay algo que todos nosotros podemos aprender de esta invitación.
Jesús nos está invitando a “aguas más profundas “. Nos está invitando a una mayor profundidad en nuestra relación con Él. A una intimidad personal en la que podemos conocerle de una manera más cercana.
En la superficie, todos vieron al mismo Jesús y escucharon la misma enseñanza, pero en la profundidad, Pedro vio a Jesús como muchos no lo habían visto, Pedro vio a Jesús haciendo un milagro, ayudándole en una necesidad específica que como pescador él tenía. Vio a Jesús haciendo un milagro que Pedro necesitaba.
Esto no fue algo que vieron las multitudes o que experimentaron las multitudes, este milagro lo experimentó directamente Pedro en una cercanía más profunda con Jesús.
Pedro vio algo que las multitudes no vieron, y no es que Jesús haya cambiado, no es que Jesús era diferente, era que Pedro ahora se había salido de la superficie para llegar a las profundidades junto a Jesús.
¿Y qué vio Pedro ahí?
De un milagro de Jesús, tan grande para él, que le dio la convicción de llevarlo al arrepentimiento.
Pedro tuvo un encuentro genuino con Jesús cuando fue a las profundidades. Y esta es la invitación para cada uno de nosotros el día de hoy tanto en lo personal como para nuestros equipos.
Debemos recordar que en varias ocasiones del nuevo testamento podemos ver que mucha gente tuvo un encuentro con Jesús, pero no necesariamente todos los encuentros fueron en las profundidades.
Así que esta es la invitación y he llamado para cada uno de nosotros y nuestros equipos, a ir a aguas más profundas para conocer a Jesús mas allá de la superficie.