
Equipos todo terreno
En cualquier ministerio, organización o proyecto, trabajar en equipo significa combinar distintas personalidades, talentos y perspectivas. Con esa diversidad, es natural que surjan áreas de oportunidad, desafíos e incluso roces entre miembros. Sin embargo, estos roces no tienen por qué ser negativos; en realidad, pueden impulsarnos a crecer y a ser más eficaces si los afrontamos con sabiduría.
“Como el hierro se afila con hierro, así un amigo se afila con su amigo.”
(Proverbios 27:17, NTV)
Este versículo nos recuerda que el intercambio, la fricción y las diferencias de opinión pueden, en lugar de desgastar, afinar nuestras capacidades, nuestro carácter y nuestra unidad.
1. Manejando el estrés del momento
El estrés puede llevarnos a reaccionar impulsivamente, pero es vital tomarnos un instante para respirar, orar y tranquilizarnos antes de responder. Además, recordar el propósito o la misión compartida en medio de la tensión ayuda a evitar conflictos innecesarios y a mantener la perspectiva correcta. De igual manera, ser transparentes y abordar de frente cualquier preocupación o malentendido puede prevenir que los roces se conviertan en enfrentamientos mayores.
2. Dar retroalimentación como equipo
La retroalimentación constructiva es esencial para el crecimiento, pero es importante presentarla de manera que edifique. Ser específico al señalar un área de mejora y explicar por qué es relevante le da claridad a la persona que recibe los comentarios. Empezar y terminar con algo positivo crea un ambiente de respeto y reduce la defensiva, al tiempo que propone soluciones concretas o ideas para mejorar. Con ello, transformamos la crítica en una oportunidad de aprendizaje y fortaleza para todos los miembros del equipo.
3. Navegando el conflicto con sabiduría
Cuando el conflicto surge, escuchar sinceramente a la otra persona puede marcar la diferencia entre un desencuentro y una reconciliación. Entender su perspectiva antes de exponer la nuestra nos ayuda a encontrar el bien común, recordando que el objetivo no es “ganar” una discusión, sino avanzar juntos hacia la misión que compartimos. En situaciones donde la tensión escala, es útil contar con un mediador o líder neutral que ayude a reencauzar el diálogo.
Por último: El valor de la humildad y la gracia
En última instancia, manejar roces y desafíos en un equipo depende de la actitud de nuestro corazón. Un equipo “todo terreno” no es aquel que jamás sufre tensiones, sino el que las ve como oportunidades de crecimiento. La humildad nos recuerda que no sabemos todo y que podemos aprender de otros; la gracia y la compasión nos llevan a ofrecer a los demás el mismo trato que quisiéramos recibir.
Dejemos, entonces, que el roce nos afine y no nos desgaste, sabiendo que cada desafío puede acercarnos más a la unidad, a la excelencia y al llamado que Dios nos ha dado para servir. Cuando caminamos en esta verdad, veremos que incluso las tensiones pueden convertirse en un testimonio de lo que significa trabajar unidos para un propósito mayor.