Lo sé, pareciera ser extraño que estemos hablando de año nuevo cuando justo estamos a la mitad de lo que va de este año. Pareciera no ser un tema tan adecuado para este momento pero, ¿que si te dijera que quizá necesitamos celebrar un año nuevo a la mitad del año?
Cada que comienza un año, solemos llenarnos de expectativa, de sueños, de visión y de un sentimiento de nuevas oportunidades, en otras palabras, nos sentimos frescos para avanzar hacia cosas emocionantes y nuevas. Pero como todos lo sabemos, conforme van pasando las semanas y los meses, muchas veces suele sucedernos que empezamos a dejar de ser constantes en cosas que nos habíamos propuesto, por ejemplo, el clásico caso de ir al gimnasio. ¿a cuántos no nos ha sucedido que dejamos de ir y esa meta o propósito termina siendo la meta del año que sigue?
Pareciera que conforme avanzan los días y las semanas, toda esa fuerza con la que estábamos comenzando el año, ahora está en descenso, y entonces comenzamos a esperar al siguiente año para recuperarla.
Creo que todos pudieran familiarizarse con este tema en alguna área, pero quiero destacar algo que puede resultar una buena noticia para todos nosotros: Si cada inicio de año tenemos la capacidad de recuperar fe, fuerza y visión, entonces esto implica que es posible recuperarla en un lapso de tiempo más corto. En otras palabras, ¿por qué esperar hasta el siguiente año para detenernos y volver a enfocarnos en las metas, las expectativas, la visión y los planes que tenemos por delante?
Quiero contarte de primera mano que tuve una experiencia de año nuevo a mitad de año y espero que pueda ser útil para ti.
Hace unos años, durante el mes de mayo se me ocurrió tomar la palabra en un ministerio en el que participaba y decir: “Yo sé que no estamos iniciando el año, yo sé que no es el momento típico en el que hablamos de propósitos de año, pero el día de hoy vamos a establecer propósitos de año para los próximos meses…”
Fue un poco inusual, pero quiero decirte que esa plática produjo ese mismo ánimo que se produce en nosotros cada inicio de año. No fue diferente, la atmósfera del lugar se sentía con una fe fresca, llena de fuerza y llena de ganas de avanzar. Y lo mejor de todo, es que, en el lapso de tres meses, logramos llegar a las metas que nos habíamos propuesto como ministerio.
Así que por más inusual que esto parezca, quiero compartir contigo que hay algo muy especial cuando nos detenemos y nos tomamos el tiempo para recordar y hablar de las metas, la visión, y los planes que tenemos como ministerio.
Nunca es un mal momento para tomar una pausa para revisar si hemos avanzado, si hemos logrado y si hemos caminado correctamente en el propósito que tenemos de parte de Dios para cada uno de nosotros como ministerio. De hecho, quiero decirte que esa pausa, es más necesaria de lo que a veces pensamos.
Quiero animarte a intentarlo, a juntarte con tu equipo y hacer preguntas como:
-¿Por qué hacemos lo que hacemos?
-¿Qué queremos lograr?
-¿Cómo estamos contribuyendo a la iglesia?
-¿Qué metas necesitamos alcanzar?
-¿Qué planes no hemos podido llevar a cabo?
-¿Cómo podemos alcanzarlos?
Al hacer este ejercicio de recordar y re enfocar, será inevitable que se vuelva a producir expectativa, fe y una visión fresca con un sentido de propósito y la emoción de nuevas oportunidades.
La realidad es que no solo en enero de cada año tenemos oportunidades para soñar y planear, todos los días tenemos la oportunidad de hacerlo. Así que ¿Por qué esperar para iniciar un tiempo fresco de año nuevo, a la mitad de un año?