Oh semana santa, semana sagrada, semana en la que en un suceso, se compró la eternidad…
Semana en la que el Creador se hizo siervo,
el inocente fue contado entre culpables
y el amor no se gritó, se demostró colgado de una cruz.
Oh semana santa,
donde el cielo pareció oscurecerse,
donde la tierra tembló,
y el velo se rasgó…
no como símbolo de juicio,
sino como puerta abierta,
como invitación divina a acercarnos sin miedo.
Oh semana santa,
en la que el silencio del sábado no era abandono,
sino el suspiro de un cielo preparando redención.
Porque aunque el viernes trajo lágrimas,
y el sábado trajo espera,
el domingo vino con esperanza
y la tumba quedó vacía para siempre.
Oh semana santa,
nos recuerdas que la sangre no fue el fin,
sino el principio de todo lo nuevo.
Que el dolor no fue el cierre de la historia,
sino el camino hacia la resurrección.
Y hoy, Señor…
no solo recordamos una historia antigua,
vivimos una realidad presente.
Porque ese Cristo que fue levantado,
sigue levantando corazones.
Oh semana santa…
gracias por recordarnos que en medio del caos,
hay propósito.
En medio de la cruz,
hay redención.
Y en medio de la muerte…
hay vida eterna.
