¿A dónde nos dirigimos?

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¿A dónde nos dirigimos?

 

Entre directores musicales, directores de alabanza, directores creativos y otros, entendemos que existe un rol muy real dentro de todos los tipos de equipos, y es la responsabilidad de alguien que pueda dar dirección. Aparte de las funciones y los roles normales de los equipos que funcionan dentro del ministerio, sin duda alguna es sumamente importante tener a alguien que pueda ir dando dirección.

De manera muy particular, cuando hablamos de la alabanza, hay un asunto muy interesante en cuanto a la dirección, y es que el equipo de alabanza es dirigido por alguien que traiga dirección, para finalmente tener el propósito de dirigir a la iglesia en un tiempo de adoración. En otras palabras, los equipos de alabanza son dirigidos para dirigir.

Domingo tras domingo y servicio tras servicio, el equipo de alabanza tiene la función no solo de desempeñar un papel musical, sino de dirigir a la iglesia en ese tiempo. Aunque, sin duda, estamos seguros de que esto es algo que ya lo tienes presente.

El tema en el que queremos enfocarnos en esta entrada no tiene que ver con saber si dirigimos o no, si lo hacemos o no, más bien tiene que ver con poder reflexionar cada uno de nosotros como equipo la pregunta: ¿a dónde dirigimos?

Seguramente te ha sucedido antes en el contexto del cine o de las películas. Comienza una película y la historia empieza a desarrollarse, y en cierto punto de la trama tienes una noción muy clara de hacia dónde se dirige la película. Puede ser que a lo largo de la historia, vayas identificando quién finalmente va a ser el villano, cómo se va a resolver el problema o quién es la persona que tiene la respuesta. Esto, obviamente, es la intención de las personas que hacen estas películas, a lo largo de diferentes elementos te van dirigiendo a un punto clímax que va a ser finalmente el enfoque de todos los sucesos de la película.

Las películas funcionan así, pero no solo las películas, en realidad no sorprenderíamos de hacer la relación con los tiempos de alabanza. Cuando tenemos un tiempo de alabanza, debemos estar conscientes de qué a lo largo del desempeño del servicio, hay personajes, elementos, diálogos y palabras que nos están dirigiendo algún lugar. Pero una vez más, la pregunta es ¿a dónde estamos dirigiendo?

Para responder a esta respuesta, estoy seguro de que es altamente probable que todos digamos algo como “a Dios”, ya que definitivamente esta sería la respuesta correcta. Pero ¿y qué tal si no obviamos esta respuesta, y profundizamos un poco más en ella?

¿Realmente estamos dirigiendo a la iglesia a poner sus ojos en Jesús?

Esta pregunta representa una parte increíblemente importante en el corazón de todo lo que hacemos, sobre todo en un ministerio como el de alabanza. Y la razón es porque cuando nos subimos a un escenario, hay luces y reflectores, y una audiencia poniendo sus ojos en nosotros viendo cómo desempeñamos nuestro instrumento y nuestro talento musical. Hay muchas cosas en juego. Nuestros corazones realmente son muy frágiles y muy engañosos a la hora de estar en un escenario. Será una lucha constante ser asediados por los intrusos de la búsqueda del orgullo musical, la aprobación personal o la necesidad de ser visto por otros.

Debemos saber que como seres humanos somos sumamente susceptibles a esto, de tal manera que si no tenemos un enfoque y un compromiso real de saber dónde estamos dirigiendo a la iglesia, corremos el riesgo de dirigirlos a nosotros mismos o a nuestra música.

Y aunque quizá no nos habíamos dado cuenta, esto sucede más frecuentemente de lo que nos gustaría reconocer. ¿Cuántas veces hemos visto que termina un tiempo de alabanza y personas de la iglesia salen totalmente asombradas… Pero de los músicos y de la música? Aunque es importante aclarar que no estamos diciendo que la preparación y la excelencia musical no son importantes.

La excelencia musical como equipo y en lo individual es algo que todos debemos buscar definitivamente, sin embargo, debemos tener discernimiento en la línea tan delgada que divide lo que es la excelencia musical, con lo que es el orgullo musical.

Mientras hacemos todo lo posible por servir a la iglesia con toda nuestra excelencia, debemos recordar que nuestro propósito nunca será dirigirlos a la apreciación de lo que nosotros estamos haciendo, o de quienes somos, debemos dirigir a la iglesia a poner su fe, su esperanza, su mirada y su admiración en la persona de Jesucristo y su obra en la cruz.

Una buena meta sería enfocarnos en que al final de cada servicio de adoración, las personas salgan de ahí diciendo “¡qué bueno es Dios!”.

Una vez más, debemos recordar que nuestro propósito como equipo de alabanza es dirigir a la gente, pero siempre hacia la persona de Jesucristo.