Cuando empezamos a servir en nuestras iglesias y a involucrarnos en todo lo que tiene que ver con producción, de pronto nos hacemos más susceptibles a poner atención en los detalles. Es muy común asistir a conferencias o eventos en otras iglesias y quedar pasmados ante las enormes pantallas, la gran cantidad de luces, el increíble sonido, las cámaras profesionales o la perfección de la acústica en las instalaciones, entre muchas otras cosas. En ocasiones hasta podemos llegar a sentir frustración al comparar la capacidad de producción de nuestras iglesias con la de aquellas que visitamos. Sin embargo, lo que no tomamos en cuenta es la planeación que hay detrás de todo ello. La mayoría de los eventos, dependiendo de su tamaño, comienzan planeándose con meses de anticipación.
Algo que nos puede ayudar a mejorar nuestros eventos es entender que los detalles no son algo que se debe de dejar para el final, sino que es con base en los detalles que podemos ir construyendo el camino hacia donde queremos llegar. Detrás de un gran evento existen horas de planeación durante las que se pensaron detalles, como por ejemplo: la música de fondo apropiada para cada instante, las escenas de iluminación para cada canción durante la alabanza y los gráficos de las pantallas de acuerdo a cada momento, sin contar todo el esfuerzo y organización plasmada en horas de ensayo del equipo de alabanza, soundchecks meticulosos, etc.
Los detalles no sólo adornan la experiencia del invitado, sino que si se cuidan con excelencia, le dan gloria a Dios. Servir en el ministerio de medios es una oportunidad que tenemos de ofrecer nuestros dones, talentos y hobbies al servicio de Dios y de la iglesia. Sin embargo, también involucra una gran responsabilidad: de ser bien cuidados estos detalles, pueden ayudar a la congregación a conectarse con Dios en los tiempos de alabanza y facilitar el aprendizaje durante la enseñanza a través de la combinación de diferentes elementos; por otro lado, si se descuidan, puede llegar a ser caótico al propiciar distracciones y llevar a la congregación al perder el enfoque.
Ahora bien, puede ser que cometas el error de comparar tu iglesia con la que estás visitando y te frustres al encontrarte con la realidad de que tu congregación está muy lejos de lograr esos resultados o bien, de tener el presupuesto necesario para rentar el equipo que permita lograr una producción tan grande. No te desanimes. Es importante que juzgues a tu iglesia de acuerdo a sus capacidades. Asegúrate de estar sacándole provecho a las herramientas que tienes a la mano. Hemos escuchado que si queremos ser fieles en lo mucho primero tenemos que aprender a ser fieles en lo poco; eso también se aplica en este asunto. Hay que procurar usar bien los recursos que tenemos, capacitar a más personas en el uso de las cámaras y pantallas, entre otras cosas. Y una vez que estemos usándolo todo, podemos ir creciendo en calidad, en mejores gráficos, en un uso sobresaliente de redes sociales, etc. Como dijo Aarón Torres, Director Creativo de la iglesia Comunidad Olivo: «Jesús estuvo tres años predicando, de 30 años de preparación». La cuestión es: ¿estamos dispuestos a invertir horas de planeación, y perfección antes de quejarnos por no ver el resultado que queremos?