Incienso, oro y mirra

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Incienso, oro y mirra

Incienso, oro y mirra.

Llegó la Navidad y de pronto la temporada se empieza a llenar de significado. Es en esta época en donde hasta la comida toma un significado distinto, dejan de ser simples alimentos y se convierten en reuniones familiares de mucha importancia. Es este tiempo en el año en donde nos llenamos de familiares, amigos, posadas y empezamos a escuchar grandes historias, entre ellas la de la Navidad.

En estos días recordamos el suceso que cambió la historia, el cumplimiento de la promesa de que vendría un Salvador, el nacimiento de Jesús. La venida de Jesús a la tierra es un suceso único, un verdadero parteaguas en la historia de la eternidad. Además de esto, el nacimiento de Jesús está lleno de grandes aprendizajes para nosotros.

En este artículo quisiéramos hablar de lo que la historia del nacimiento de Jesús nos enseña respecto a nuestra vida de adoración y para eso usaremos como base la conocida historia de los sabios del Oriente (popularmente conocida como la historia de los reyes magos).

Jesús nació en Belén de Judea durante el reinado de Herodes. Por ese tiempo, algunos sabios de países del oriente llegaron a Jerusalén y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella mientras salía y hemos venido a adorarlo»… Cuando vieron la estrella, ¡se llenaron de alegría!  Entraron en la casa y vieron al niño con su madre, María, y se inclinaron y lo adoraron. Luego abrieron sus cofres de tesoro y le dieron regalos de oro, incienso y mirra. Mateo 2: 1 -2  y 2:10-11 (Nueva Traducción Viviente).

Después de leer este pasaje podemos darnos cuenta de que el viaje de los sabios del Oriente a Belén tiene el único propósito de culminar en un acto de adoración: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Vimos su estrella mientras salía y hemos venido a adorarlo». Este suceso  nos enseña algo importantísimo acerca de la adoración.

Al ser parte de un equipo de alabanza es muy común escuchar comentarios como: “vamos a cantar dos canciones de alabanza y dos de adoración”. Incluso, posiblemente nosotros mismos hemos dicho algo por el estilo. Esto no tiene nada de malo, hemos hablado anteriormente de la importancia de tener un plan. Sin embargo, después de usar esa expresión por mucho tiempo podemos caer en el error de abrazar una idea de cómo es la adoración. Posiblemente algunos crean que forzosamente tiene que ver con el tipo de música, o la velocidad de ésta.

Definitivamente podemos adorar a Dios con música, música de diferentes ritmos y velocidades, pero cuando vemos la historia del nacimiento de Jesús aprendemos de estos sabios del Oriente que fueron a adorar a Jesús recién nacido. Adoración que sucedió sin ningún tipo de música ni de instrumentos ¿cómo es eso?

Esta historia simplemente nos recuerda que la adoración va mucho mas allá que la música. La adoración no tiene que ver con un momento ni con canciones solamente más bien tiene que ver con una manera de vivir y una postura del corazón. La manera en la que estos hombres adoraron al bebé Jesús fue trayéndoles ofrendas de oro, incienso y mirra. Más allá de estos tres objetos, si prestamos atención, podemos ver un regalo más allá de la superficie: “el costo”.

Estos hombres tuvieron que hacer un viaje muy largo para encontrarse con Jesús. Para lograrlo, estos hombres tuvieron que dejar sus casas y su comodidad para recorrer una larga distancia todo con la única intención de poder encontrar al mesías. Cuando lo hicieron, entregaron el oro, la mirra y el incienso. Estos tres objetos por sí mismos tienen valor el cual para estos hombres no fue duro de pagar con tal de entregárselas al bebé que por cierto, no iba a aprovechar esos regalos en ese particular momento. Entre líneas, podemos decir que estos hombres le dieron más importancia a Jesús que a todo lo que ellos tenían y esto, es verdaderamente el significado de la adoración.

Hace tiempo escuché a alguien decir: “Dime a dónde se va todo tu tiempo, tu dinero, tu pasión, tu entrega, tu comodidad y tus sueños y entonces yo te diré cuál es el centro de tu adoración.”

Como lo mencionamos anteriormente, la adoración puede expresarse a través de la música, con instrumentos y de muchas otras maneras que posiblemente en nuestra cultura no sean habituales. Sin embargo, la adoración tiene TODO que ver con el corazón. Un corazón que identifica a Jesús como el tesoro más grande. Cuando lo atesoramos a Él es cuando todo lo demás pierde su valor y entonces todo lo que somos y lo que tenemos podemos ofrecerlo delante de Él como una dádiva de gratitud.

Que todo lo que soy alabe al Señor; con todo el corazón alabaré su santo nombre. Salmos 103.1 (Nueva Traducción Viviente).

En medio de las festividades decembrinas, que la historia de estos sabios del Oriente pueda recordarnos cultivar una vida de adoración. Que seamos como estos hombres a quienes no les importó pagar costo alguno con tal de ofrecérselo a su Señor. Que al igual que estos hombres, Jesús sea nuestro mas valioso tesoro y el centro de nuestra adoración.