Entre planes, el corazón en el lugar correcto

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Entre planes, el corazón en el lugar correcto

 

Entre planes, el corazón en el lugar correcto

Una de las tentaciones más sutiles que podemos enfrentar al servir a Dios es la de ocuparnos tanto en los planes y las tareas, que pasamos por alto a Aquel para quien lo hacemos todo. Nos encontramos tan enfocados en “hacer cosas para el Señor”, que se nos olvida la esencia de nuestra relación con Él. Y cuando eso sucede, la pasión y el gozo que antes sentíamos pueden empezar a desvanecerse.

Servir sin el Señor

Servir al Señor sin tenerlo a Él como nuestra prioridad se convierte en un simple trabajo, uno que tarde o temprano nos cansará y agotará. Podemos llegar a pensar: “¿Por qué me siento tan vacío si estoy haciendo algo bueno?” Precisamente porque el servicio, sin la comunión y la presencia de Dios, pierde su verdadero sentido.

Tal vez comienzas a esforzarte más, a invertir más tiempo y energía… y sin embargo, todo sigue sin llenarte. Empiezas a notar que falta algo. Ese algo es la conexión con el Señor mismo.

¿Por qué servimos?

Al principio, recordamos muy bien las razones que nos llevaron a servir: responder al amor de Dios, ser parte de Su obra, y compartir con otros la esperanza que nos transformó. Pero, con el tiempo y con tantos pendientes, podemos perder de vista la motivación inicial.

¿Para qué servimos? Para glorificar a Dios y ser de bendición a las personas que Él pone en nuestro camino.

¿Por qué servimos? Porque fuimos amados primero y deseamos reflejar ese amor.

Cuando olvidamos el por qué y el para quién, terminamos sirviendo a una lista de tareas, y no al Señor que nos salvó.

Volver a poner el corazón en el lugar correcto

La buena noticia es que volver a poner el corazón en el lugar correcto no requiere de una fórmula compleja, sino de un momento honesto con Dios. A veces, basta con detenernos y hablarle con sinceridad:

“Señor, he estado tan ocupado que olvidé tu presencia en mi día a día. Reaviva en mí el gozo de servirte.”

Este sencillo acto de regresar a la comunión con Él nos renueva el ánimo y nos ayuda a recobrar la perspectiva. Las tareas siguen ahí, por supuesto, pero ahora cobran un sentido más profundo cuando recordamos que las hacemos junto a Él y para Él.

Buscando equilibrio en nuestros planes

Por supuesto, planificar es importante. Dios nos ha dado habilidades, talentos y oportunidades para organizarnos y hacer las cosas con excelencia. Pero ninguna planificación debe desplazar al Señor de la ecuación. Nuestro primer paso siempre debe ser buscar Su guía y Su gracia en todo lo que hagamos.

Ora antes de planificar: Entrégale tus metas y sueños a Dios.

Escucha Su voz: Sé sensible a los impulsos del Espíritu Santo, quien puede redirigir tus planes o confirmar tu camino.

Mantén la humildad: Reconoce que, aunque hagamos bien las cosas, el fruto verdadero lo trae Dios.

Reflexión final

Al final, lo más importante no es cuántas cosas logramos o cuántos proyectos completamos, sino que nuestro corazón permanezca cerca del Señor. Cuando nuestro servicio fluye desde ese lugar de intimidad con Él, el cansancio no nos consume, el gozo se mantiene vivo y cada paso que damos tiene un propósito eterno.

Así que, mientras haces tus planes y sirves con pasión, recuerda: lo más importante de servir al Señor, es el Señor mismo. Mantén tu corazón anclado en Él y verás cómo el cansancio cede paso al gozo, la fatiga se convierte en alabanza, y tus planes se transforman en un acto de adoración.