Cómo evitar perder el animo en nuestro servicio

Home / Artículos / Cómo evitar perder el animo en nuestro servicio
Cómo evitar perder el animo en nuestro servicio
Cómo evitar perder el ánimo en nuestro servicio

 

Por supuesto que cuando tomamos la emocionante decisión de servir a Dios a través de algún equipo dentro de la iglesia, en nuestra mente y corazón hay una determinación movida por amor, pasión, fe y mucho ánimo.

Es realmente emocionante saber que tenemos la oportunidad de ser parte en la construcción de un plan que ha sido descrito y trazado desde antes de la creación de la tierra.

Si hay alguna característica común en todos aquellos que hemos tomado la decisión de servir a Dios en la iglesia, no me dejarás mentir es la emoción y el ánimo con los que iniciamos.

Aún mientras escribo esta entrada pienso aquel día que me invitaron por primera vez a ser parte de los que acomodaban las sillas del auditorio. Esa emoción de llegar temprano, de saludar a tu equipo y dirigirte con el encargado del mismo, para decir: “aquí estoy, ¿cómo puedo servir hoy?”.

Este momento es el que aún algunos han catalogado como “el primer amor”. Quizá algunos lo digan con una connotación negativa, sin embargo, la realidad es que si de alguna manera es un primer amor lleno de ánimo y de expectativa.

Pero así como todo en la vida, la mayoría sabemos que todo lo que vivimos muchas veces es en temporadas o etapas, es muy difícil que las cosas se queden igual sin sufrir alguna especie de cambio. De hecho si hay algo seguro en la vida es que las cosas cambian.

Y dentro de todos estos cambios, existen diferentes tipos de cambios, unos buenos (aquellos que nos hacen crecer y avanzar), pero también hay cambios malos (aquellos que parecen restarnos).

Esta entrada la queremos dedicar a una situación que es común en la vida de muchos que han tomado la decisión de servir a Dios en la iglesia, y han iniciado con la emoción con la que hemos mencionado anteriormente, pero después hay un cambio, no de los buenos, sino un cambio que parece restarnos el ánimo y la emoción con la que iniciamos sirviendo al principio.

Queremos dar tres consejos acerca de cómo evitar perder el ánimo en nuestro servicio.

1.Siempre recuerda

A veces perdemos el brillo y el ánimo en las cosas porque olvidamos la razón que movía nuestro corazón al principio.

Muy probablemente cuando por primera vez tomamos la decisión de servir, pensábamos que al servir éramos parte de algo mucho más grande.

Pensábamos que nuestro servicio hacía la diferencia para la vida de diferentes personas, y pensábamos que realmente Dios nos estaba usando para sus propósitos. Esto nos da mucha emoción y mucha pasión, sobre todo nos daba un corazón lleno de gratitud y expectativas.

Algo que quizá nos sucedió pasando el tiempo es que se nos olvidó todo esto que estaba tan presente en nuestra mente y ahora quizá nos envolvimos en una rutina en la que solo estamos llevando actividades que ahora parecen no tener mucho sentido quizás.

Siempre será muy grande el impacto de poder recordar todo aquello que movía nuestro corazón en los mejores días.

En la biblia podemos ver en muchos lugares la importancia de recordar.

Dios sabe que somos muy olvidadizos y que es importante tener presente la necesidad de recordar. Vemos en el antiguo testamento por ejemplo como por cada cosa que Dios hacía en su pueblo, ellos levantaban un altar que representaba aquello que Dios había hecho, y que más adelante serviría como un recordatorio.

En el nuevo testamento, vemos cómo Jesús instituye la comunión como algo que debe celebrarse y practicarse constantemente, todo esto con el propósito de siempre recordar el sacrificio de Cristo.

Así que, por qué no tomar un tiempo para recordar todo aquello que había en el corazón en los tiempos en los que servir era la emoción y el privilegio más grande.

2.No es culpa de otros

Otra de las razones por la que muchas veces perdemos el ánimo en nuestro servicio, tiene mucho que ver con la manera en la que dejamos que nuestra pasión y nuestras ganas dependan de otras personas.

A veces sin darnos cuenta lo que dejamos que sea la fuente principal de emoción no es el servir a Dios primordialmente. A veces pueden ser ciertas personas que son parte del equipo, y que me emociona mucho su amistad. También puede ser la manera en la que se lleva a cabo un ministerio es lo que me emociona, más que el ministerio en sí. Entonces lo que sucede es que cuando hay cambios de personas en los equipos, o cambios en los formatos de los ministerios, entonces perdemos nuestra emoción y empieza a venir un desánimo que nos hace sentir que “ya nada es lo mismo”.

Y el riesgo de esto es que cuando nos sucede, usualmente culpamos a la iglesia o a las otras personas de nuestra falta de ánimo, cuando quizá no nos dimos cuenta de que en primer lugar nuestra fuente de ánimo no estaba en el lugar correcto.

Así que es un buen ejercicio hacernos las preguntas correctas como “¿cuál es la principal fuente de mi ánimo y felicidad en el servicio?”. Al hacernos la pregunta debemos de ser honestos y si en si no es una respuesta al sacrificio de Jesús vale la pena reenfocar la postura del corazón.

3.Consumidores

Por último, una de las tendencias comunes que de hecho son fruto de la sociedad actual en la que vivimos, es que nos involucramos pero como personas que son consumidoras, no contribuidoras.

Esto significa que cuando nos involucramos para servir lo que nos emociona no es servir en sí, sino Más bien lo que realmente estamos buscando es todo aquello que podemos obtener al servir.

Quizá es buscar favor delante de alguien, quizá es buscar una plataforma, quizá es buscar cierto protagonismo, o quizá es buscar simplemente el sentimiento de sentir que somos importantes.

Esta postura del consumidor, naturalmente va a desanimarnos en algún punto, Y esto es porque la naturaleza del servicio nunca es darte algo a ti, sino más bien es tomar algo de ti, cuando servimos nos estamos entregando a otros.

Entonces, si lo que yo estoy buscando es recibir, en otras palabras consumir, eventualmente me frustraré al no recibirlo.

Es importante saber y recordar que cada vez que servimos, lo que buscamos no es recibir, sino más bien contribuir. Es dar a otros de lo que Dios nos ha dado.

Y en sí, lo que recibimos es la satisfacción de saber que Dios nos está usando para dar.

Conclusión

Aunque quizá estos tres puntos no parecieran ser las palabras más grandes de ánimo, lo que sí debemos de tener en cuenta es que realmente son pequeñas semillas que pueden estar alojadas en nuestro corazón, que si no las identificamos pueden crecer en una raíz que nos robe el ánimo en nuestro servicio.