Como cualquier deporte relacionado con tener algo en la mira, apuntar hacia ello y tratar de pegar en el blanco, en realidad, la mayoría de las cosas que hacemos funcionan de una manera similar. Por supuesto que este tipo de actividades son una manera muy evidente y específica de hablar de algo más general, como lo es el enfoque.
En todas las áreas de nuestra vida, lo sepamos o no, cada vez que establecemos objetivos, metas y propósitos, estamos estableciendo un blanco al cual vamos a procurar estar apuntando.
En la iglesia, en los ministerios, debemos tener en cuenta que esto no es la excepción. Cada vez que hacemos alguna actividad o establecemos alguna meta, estamos estableciendo un blanco al cual estamos apuntando. Este blanco resulta ser el enfoque de lo que hacemos.
Teniendo en cuenta esta ilustración, debemos preguntarnos y hacer un ejercicio de reflexión en cada una de nuestras diferentes áreas de ministerio: ¿a qué estamos apuntando?
Aunque parece ser algo muy obvio, y probablemente a este punto de la lectura todos ya estemos pensando “debemos apuntar hacia Dios”, debemos preguntarnos: ¿realmente nuestra puntería está bien enfocada?
Cada ministerio inevitablemente tendrá diferentes tipos de tentaciones para cambiar el punto de enfoque. Ministerios administrativos o de logística, sin darse cuenta, en lugar de apuntar a servir a la gente, pueden convertirse en un ministerio que apunta a mantener el control y un orden rígido dentro de lo que se hace. Un ministerio como el de alabanza, en lugar de apuntar a la verdad de quién es Dios, puede convertirse en un ministerio que apunta a hacer una demostración de talentos y capacidades musicales.
Un ministerio como el de la predicación, en lugar de apuntar a dar a conocer a Cristo, puede convertirse en un espacio en donde el predicador busca ganarse el favor y la admiración de las personas que lo escuchan.
El ministerio de jóvenes, en lugar de apuntar a ser un ministerio que sirve y alcanza las próximas generaciones, puede apuntar a convertirse en una sub-iglesia que tiene más “pasión” y “avivamiento” que la iglesia en general.
En fin, cada uno de estos son ejemplos que nos hablan de cómo podemos cambiar el enfoque de todo aquello a lo que estamos apuntando, y no solo debemos ser conscientes de esto, sino que constantemente debemos estar reconsiderando y reevaluando aquello a lo que apuntamos.
La respuesta siempre parece ser muy obvia. Pero en esta entrada no solo queremos invitarte a hacer el ejercicio reflexivo de todo aquello a lo que están apuntando como ministerio, sino que queremos recordarte que como iglesia y como cristianos, somos llamados a apuntar a la verdad de Cristo Jesús.
Sabremos que estamos en el lugar correcto cuando el servicio de cada ministerio apunta a Jesús. Los de bienvenida apuntan a Jesús, demostrando un corazón servicial y generoso; la alabanza apunta a Jesús, luciendo los atributos de Cristo y no lo exótico de los instrumentos y la música; cuando la predicación apunta a la verdad de Cristo y quién es, sin importar quién es la persona que está entregando el mensaje. En fin, nuestro llamado, nuestra invitación y nuestra responsabilidad es que cada uno de los ministerios haga su máximo esfuerzo de adoración en apuntar a una sola meta: apuntar a la verdad.