Adoración en el desierto

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Adoración en el desierto

Salmos 136:16 Den gracias al que guió a su pueblo por el desierto. Su fiel amor perdura para siempre

Sin importar cuánto tiempo tengas en la iglesia o qué tan familiarizado estés con los conceptos bíblicos, sin duda alguna, cada vez que hablamos de un desierto, cualquier persona puede identificarse y entender a qué nos referimos cuando hablamos de una temporada de desierto. Es una realidad que todos los seres humanos tenemos tiempos buenos y circunstancias malas, pero todos entendemos y hemos pasado por una temporada de desierto.

El desierto es el lugar de transición, de prueba, donde no tenemos respuestas. Vemos hacia el futuro con incertidumbre y, a la vez, sentimos que estamos pasando una temporada compleja. El desierto es un lugar en el que cualquier ser humano, sin importar su trasfondo, ha pasado o pasará. Los procesos de la vida siempre incluyen momentos así. La buena noticia es que, al igual que es verdad para nosotros, también lo ha sido a lo largo de la historia, incluso para las personas que Dios ha usado en el pasado. Lo vemos en personajes como Abraham, Moisés, David, Juan el bautista y Jesús.

A pesar de que el desierto no es un lugar agradable donde desearíamos estar ni mucho menos permanecer por mucho tiempo, a pesar de ser incómodo, también podemos encontrar propósito en él. En el libro de Oseas, Dios le habló al profeta explicándole que muchas veces envía a Su pueblo a temporadas de desierto con el propósito de hablar a su corazón. Podemos ver el desierto como el peor lugar en el que podemos estar, o podemos tener una perspectiva distinta: en ese lugar de silencio y soledad, podemos encontrarnos sin distracciones, en un espacio donde podemos escuchar a nuestro Dios y Creador.

La buena noticia para nosotros es que, en medio del desierto, en la soledad y el silencio, podemos saber que estamos acompañados por Dios. Allí podemos escuchar Su voz. Nuestro Señor Jesucristo modeló una vida de adoración en el desierto. La Biblia nos enseña que cuando Él estuvo en el desierto, no solo enfrentó el hambre, el cansancio y el agotamiento físico, sino que también fue tentado por el diablo. Sin embargo, Jesús se mantuvo fiel y firme, usando la Palabra de Dios como arma para resistir las tentaciones.

El diablo intentó desviar la adoración de Jesús ofreciéndole todo lo que podía a cambio de su adoración. Quería robarle a Jesús su vida de adoración, sabiendo que Él estaba en una posición difícil y vulnerable, y quiso aprovechar la oportunidad para desviarla. Sin embargo, Nuestro Señor es un modelo de alguien que, sin importar la temporada, se mantiene firme en su devoción a Dios.

Con esta entrada, quiero recordarte que el desierto es una oportunidad para encontrarnos con Dios y para permanecer firmes en nuestra adoración. Finalmente, el salmo con el que iniciamos esta reflexión nos habla de una gran verdad: a pesar del sentimiento de soledad y dificultad en el desierto, nunca debemos perder de vista que el Señor nos cuida, nos guía y nos habla en medio de nuestra travesía.