Cuando llegamos a la iglesia, creo que estaremos de acuerdo en que siempre resultará muy emocionante la idea de tener la oportunidad de participar en todo lo que se está construyendo. En otras palabras, ser parte de algún equipo o algún ministerio para usar nuestras manos y ponerlas a trabajar.
Para muchos, es una increíble noticia el saber que podemos sumarnos al gran plan de Dios a través de la iglesia y poder usar nuestro tiempo, y nuestro esfuerzo para seguir construyendo.
Es la razón por la que la mayoría corremos a apuntarnos a cualquier tipo de ministerio y meternos a un rol de servicio para estar en el equipo.
Esta, sin duda es una actitud completamente normal de acuerdo a lo que el apóstol Pablo nos enseña en Romanos:
Romanos 12:1 Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes…
Para Pablo, responder con todo lo que somos en una actitud de servicio, no sólo es algo recomendable, sino más bien es la respuesta lógica cuando entendemos lo bueno que Dios ha sido con nosotros.
De hecho a lo largo de las cartas de Pablo, él no puede dejar de hablar acerca de cómo podemos usar todo lo que somos para servir a Dios:
Romanos 6:13 … . En cambio, entréguense completamente a Dios, porque antes estaban muertos pero ahora tienen una vida nueva. Así que usen todo su cuerpo como un instrumento para hacer lo que es correcto para la gloria de Dios.
Y es esta la emoción de todo seguidor de Jesús que responde a la obra de Dios… ¡Darlo todo por Él!
Esta es la belleza del servicio, es el privilegio del que sirve y es el gozo del que edifica. Servir a Dios con nuestras manos.
Y si es verdad que Dios nos ha dado nuestras manos para usarlas, a la vez, Pablo también se tomó el tiempo de ser muy cuidadoso en un riesgo potencial que él sabía que existía para todos los servidores.
Esto lo escribió en otra carta en la que fue sumamente explícito con el riesgo que existe para todos aquellos que usan sus manos para el servicio a Dios:
1 Corintios 13:3 Si diera todo lo que tengo a los pobres y hasta sacrificara mi cuerpo, podría jactarme de eso; pero si no amara a los demás, no habría logrado nada.
En estos versículos, Pablo está hablando y se dirige a una iglesia que está llena de dones y de talentos. Una iglesia sumamente activa en el servicio a Dios que destacaba por las capacidades que tenían. Eso por supuesto no tenía nada de malo, ya que justamente las capacidades y los talentos son dados por Dios, el riesgo que están enfrentando era el riesgo de usar sus manos pero perder el corazón en el camino.
Así como lo fue para Corintios, debemos estar sumamente conscientes de qué es un riesgo latente también para nosotros. El hecho de enrolarnos y dejarnos llevar por una rutina que simplemente le exige a nuestras manos, y que sin darnos cuenta, podemos llegar a perder el corazón.
Algunas veces ha sucedido de personas que nos sorprenden porque estaban muy activamente comprometidas involucradas en el servicio y de pronto prefieren dejar de hacerlo ya que están pasando por un momento de mucho cansancio o mucho desánimo. Puede surgir la pregunta ¿qué pasó?, Y lo que puede suceder en muchos de los casos, que al mismo tiempo nos puede suceder a nosotros, es que nos enfocamos tanto en las manos, que olvidamos el corazón.
Por supuesto que Dios desea nuestras manos, Dios las bendice y las fortalece para ponerlas en marcha a la construcción y edificación de la iglesia. Pero si tomamos una perspectiva mucho más precisa, nos daremos cuenta de qué Dios más allá de nuestras manos, desea nuestro corazón.
Pablo está tan consciente de esa verdad, que aún expresa que todo el servicio que pudiéramos ofrecerle a Dios, si lo hacemos sin corazón, no sirve de nada.
¿Cómo sería posible que hacer mucho no sirva de nada?
Exacto, esto pudiera ser algo extraño ya que estamos acostumbrados a una cultura enfocada en resultados. Nuestra sociedad, las escuelas, los trabajos, todos están enfocados en ver el resultado que proviene de lo que nuestras manos pueden producir. Pero en el reino de los cielos es distinto, Dios no nos llamó por lo que podemos hacer, o por lo que podemos ofrecerle, Dios nos llamó simplemente porque nos ama y lo que él desea de nosotros, es a nosotros.
Recuerda que es lo más importante en tu servicio, no es cuanto hiciste, no es crecer en tus talentos y en tus capacidades, más bien es crecer en tu amor y tu devoción por Dios desde lo más profundo de tu corazón.
Así que nuestro ánimo por medio de esta entrada, es que vivas sirviendo a Dios con tus manos, pero también con todo tu corazón.