Antes de involucrarme en la parte musical de mi iglesia disfrutaba cada domingo del equipo de alabanza. Cada canción me llevaba a adorar a Dios y glorificarlo. Sin embargo, no tuvo que pasar mucho tiempo después de que me involucré en el equipo de alabanza para darme cuenta de que todo era muy distinto a cómo lo apreciaba desde afuera.
Los ensayos parecían ser una carga para todos. Nadie llegaba a tiempo, tardábamos horas en conectar los instrumentos y simplemente ponernos de acuerdo y estar listos para empezar a ensayar. Era notorio que nadie había ensayado en su casa. Cada quien se ponía a practicar con su instrumento las partes de las canciones más complicadas a su criterio. Los cantantes se sentaban en el piso del escenario refugiándose del ruido caótico en las redes sociales de sus celulares esperando a que alguien pusiera orden y nos pusiéramos de acuerdo para empezar con la primera canción. Así es como desperdiciábamos cada uno de nuestros “sábados de ensayo”. Era evidente que todos odiábamos la condición en la que estábamos. Cada uno de nosotros coincidíamos en que necesitábamos un cambio pero ninguno de nosotros sabíamos cómo lograrlo.
En ocasiones, intenté hacer algo al respecto (y estoy seguro que otros miembros del equipo también), llegaba determinado a detener esa ola de apatía. Intentaba poner todo de mi parte: llegaba ensayado, proponía iniciar con una oración y después pronunciaba un discurso premeditado de: “equipo, esta vez hay que hacerlo bien” pero después de unos cuantos minutos me sentía como un caballo tratando de mover un edificio de siete pisos. Todos nos dejábamos arrastrar por el desorden sin darnos cuenta. A pesar de que de alguna forma la alabanza de los domingos salía “bien”, estábamos seguros que nuestra forma de servir no glorificaba a Dios y no era lo correcto. Poco a poco nuestros corazones también dejaron de estar presentes en el servicio que ofrecíamos.
Después de un tiempo en esta horrible condición entendimos que necesitábamos a alguien que tomara el rol de un líder de alabanza. Así que nos pusimos de acuerdo junto con el pastor de nombrar líder a uno de los miembros de la banda. Después de hacer ese cambio (aparentemente estructural) las cosas empezaron a ordenarse. Primero que nada, el equipo comenzó a identificar y a respetar a uno de los miembros como autoridad en este tema. El líder fijó un discipulado intencional en el que cada miembro del equipo de alabanza estaba siendo ministrado, tanto musical como espiritualmente hablando. Además de esto, se establecieron reglas y límites para cada uno de los integrantes. Empezamos a tener conversaciones sobre la alabanza a la luz de la Biblia y de cómo debemos de llevarla a cabo. Por otro lado, comenzamos a integrar a otros miembros de la iglesia en el equipo. Algunos de ellos ni siquiera tenían gran conocimiento de sus instrumentos pero eso no nos detuvo a capacitarlos y animarlos a participar en el equipo.
Este pequeño cambio comenzó a transformar el ambiente en nuestros ensayos, en nuestros corazones y en la alabanza de toda nuestra iglesia. Si hoy en tu iglesia tu estás pasando por una situación parecida a la que describí anteriormente, quisiera darte algunos tips:
Primero que nada, recuerda constantemente a Jesús, la obra que hizo en la cruz y el gran privilegio que tenemos de vivir una vida de servicio dedicada a exaltar su obra.
Si eres líder de alabanza:
1.
Debes de entender que antes de ser líder de alabanza, eres hijo de Dios y tu relación con Dios siempre debe de ser lo primero. Si has estado desanimado o apartado de Él, vuelve a llenarte. ¿Cómo esperas dar de algo en lo que estás vacío?
2.
Creetelo. La posición de liderazgo que Dios te ha dado no es en vano. Aprovéchala para ser de bendición para cada uno de los miembros de tu equipo e influir en ellos positivamente. Interésate por tu equipo, dales seguimiento en su desempeño musical, anímalos a crecer en la lectura de la Palabra, capacítalos o motívalos a llevar un estudio en donde puedan profundizar en la adoración.
3.
Establece límites y reglas. Esto es muy importante. Aunque suene dudoso, tanto los límites como las reglas existen para beneficiarnos, no lo contrario. Normalmente en un equipo de alabanza existen dos perfiles contrarios: uno de ellos corresponde al miembro que se toma su servicio demasiado enserio y vive y se desvive por el ministerio. Él necesitará límites, necesitará entender que el equipo de alabanza sólo es el medio por el cual sirve a Dios pero no es Dios. A este miembro tendrás que recordarle que no sólo es un músico en tu banda sino también es un hijo, un estudiante, un hermano para los demás miembros, entre otras cosas. Pero sobre todo, deberás orillarlo a ir a Jesús.
Por otro lado, está el miembro que no se toma su servicio enserio, normalmente llega tarde y es un poco más desorganizado, para él te servirán las reglas. Deberás establecer reglas que lo ayuden a organizarse, como por ejemplo: si no llegas ensayado no podrás tocar, entre otras. Pero sobre todo, deberás de ayudarlo a entender el motivo por el cuál está ahí, quién es Dios y por qué le adoramos, en pocas palabras, igual que al primer perfil, deberás de llevarlo a Jesús constantemente.
Si eres parte del equipo de alabanza:
1.
Respeta y honra a tu líder y a tu equipo. Dios los puso en tu camino para bendecir tu vida y hacerte crecer. Interésate por ellos, pregúntales cómo están de vez en cuando, ora por ellos. Pon todo de tu parte para empezar y terminar los ensayos a tiempo. Sé proactivo en tu equipo. Haz lo que esté en tu parte con excelencia.
2.
Si aún no han establecido o nombrado a un líder, reúne a tu equipo, habla con ellos la importancia de tener a uno, oren, hablen con su pastor, pídanle ayuda y sean transparentes comunicándole el estado en el que están.
Como conclusión, me es necesario decir que esta fue tan solo una prueba por la que tuvimos que pasar como equipo para darle a Dios y su honra a través de la alabanza la importancia que en realidad merece. Al final del día, esto nos trajo más cerca a Jesús y nos permitió ver cómo es que nuestra iglesia se transformó a través del orden. Ahora, estamos expectantes de llevar, a través de nuestra música, a los miembros de nuestra iglesia a Cristo y glorificarlo.
Si en tu iglesia están pasando una situación de desorden, no te acomodes en el. La única manera de ordenar algo caótico es invirtiendo tiempo en él, estableciendo una estructura sólida y trabajando en equipo. No te desanimes, pronto comenzarás a ver cómo los pequeños cambios comienzan evidenciarse en tu iglesia. En ocasiones, nuestro desorden nos hace más dependientes de Jesús, no para acomodarnos sino para incomodarnos. Él merece lo mejor. Esperamos que estos tips les ayuden como equipo a traer orden. Ésto les permitirá dar un servicio más excelente a Dios, aprovechar mejor su tiempo, hacer los ensayos más provechosos, guiar a la iglesia en adoración y simplemente glorificarlo.